miércoles, 16 de diciembre de 2015

Si es que lo pierdo todo

Últimamente lo pierdo todo. TODO. Y me canso de perder tantas cosas. Si no tuviera la cabeza pegada al cuerpo segurísimo que la perdería. Cada vez que me desaparece algo me prometo que en el futuro tendré más cuidado, que estaré más atenta. Aún así, no pasan ni unas pocas semanas cuando vuelvo a perder algo nuevo. Y me canso, me canso. Ya estoy tan acostumbrada a perder cosas que ni le doy importancia. Pero es que no sé por qué, pero siempre extravío aquello por lo que tengo más aprecio. En realidad esto tiene sentido, ya que seguramente pierdo un montón de cosas al día a las que no doy importancia, pero precisamente porque no les doy importancia es por lo que ni me entero de que ya no las tengo.
El caso es que desde hace algunos días ya no me preocupa cuando noto que algo me ha desaparecido. Es más, no puedo evitar que una sonrisa aparezca en mi cara cada vez que imagino cómo tal o cual cosa ha podido extraviarse. Porque como muchas veces me ha dicho mi madre, los objetos no tienen patas para ir a esconderse a algún rinconcito. Y es verdad, los objetos no las tienen, pero los hombrecitos que se los llevan sí.
Os parecerá extraña esta afirmación. Os preguntaréis que si se me ha ido la pinza. Pero lo que afirmo es verdad. Veréis, yo tampoco me hubiera imaginado que ellos fueran los responsables de tantos pequeños robos. Pero el caso es que llegó un momento en el que me harté de perderlo todo y decidí investigar por qué desde hacía unos cuantos años me pasaba esto, cuando de niña, no solía perder yo tanto objeto.
Comencé mi investigación por Internet. Vi que muchos padecían del mismo problema que yo. Cada uno con un objeto específico, que siempre acababa por desaparecerles. Algunos perdían el bolso, otros la cartera, una ingente cantidad de personas perdía el móvil a menudo o se lo robaban, dinero, DNIs, ipods y tablets también ocupaban un lugar especial entre los objetos perdidos. Había varias explicaciones para estos lapsus de cordura en los cuales dejamos los objetos en lugares sin darnos cuenta y luego somos incapaces de acordarnos. De acuerdo con un artículo los humanos pasamos el 95% del tiempo haciendo cosas de forma subconsciente y solemos perder un objeto concreto por una razón específica. La pérdida del DNI puede significar nuestro inconformismo con que nos defina e identifique una simple tarjeta, la del móvil, nuestra contrariedad a que nos controlen en todo momento… y así seguía el artículo. Y lo cierto es que al principio esa explicación me pareció razonable y dejé mi investigación por un tiempo.
Sin embargo, poco después empecé a perder, de forma masiva, todos los pequeños objetos que guardaba en mi habitación. ¡Eso no podía ser! Vamos a ver, el cepillo ni siquiera lo había sacado a la calle, ni las tijeras, ni el maquillaje ¡ni siquiera mi boli preferido! ¿Cómo era posible que me desaparecieran todos esos objetos? Y así, tan de repente.
Así que decidí poner una trampa. Dejé mi móvil nuevo bien a la vista y me escondí dentro del armario a la espera. Es verdad que en ese momento me sentí de lo más ridícula, pero bueno, tampoco es que me estuviera viendo nadie. Me pareció que pasaba una eternidad, y estaba a punto de desistir en mi empeño, cuando noté que algo se movía debajo de mi cama. Por un momento me morí de miedo. A pesar de que ya soy una adulta no puedo con ciertas cosas. Y que unos seres pequeños y oscuros se muevan por debajo de mi cama no me parece nada divertido.
Esto fue así hasta que salieron a la luz. Parecían gnomos o enanos, aunque aún más pequeños, con miradas maliciosas en sus caras y los ojos bañados por un sentimiento que podría definirse como codicia, aunque no tan extremo. Uy se les notaba en sus pequeños rostros el deleite al ver el móvil recién comprado sobre la mesa. Y allí se lanzaron todos a por él. Un grupito de cinco que lo acarrearon con caras de extremo esfuerzo. Aguanté dentro del armario hasta que ya no pude más hasta que finalmente salté fuera gritando ¡os pillé! Y puff. Desaparecieron.
Lo último que ví fue sus caras escandalizas y asustadas por haber sido descubiertos. Intenté que regresaran con nuevos cebos, pero ya me tenían calada y se cuidaban mucho de aparecer. Aunque lo hacían, de vez en cuando. Lo sé porque de tiempo en tiempo extraviaba algo nuevo. Sabía que eran ellos, porque desde que los descubrí sí que me había vuelto mucho más atenta con las cosas que tenía y dejaba de tener.
Un día ya, acuciada por la curiosidad probé un experimento. Dejé debajo de mi cama una nota en la que escribí únicamente ‘¿por qué? y ¿por qué a mi?’ No sé si esperaba respuesta o no, pero por intentarlo tampoco perdía nada. 
Cuál fue mi sorpresa que al día siguiente me encontré un papelito con una letra diminuta exactamente en el mismo sitio en el que yo había dejado mi ‘notaza’. Para leerlo tuve que buscar mi lupa de la infancia. Gracias a Dios eso aún no se lo habían llevado. ‘Porque no lo necesitas y porque, como al resto de los humanos, tanto objeto inútil te está dejando medio tonta, impidiéndote ver más allá de tus narices y centrarte en lo que es verdaderamente importante’ era su respuesta. Lo primero que pensé fue ‘Vaya gracias, qué simpáticos son estos gnomos/enanos’. Pero después de esta primera reacción les escribí otra nota ‘¿Y qué es lo verdaderamente importante?’ No tuve que esperar ni un día para tener mi respuesta ‘Vivir, sin ataduras y apasionadamente. Vivir como si no existiera el mañana. Deja de preocuparte tanto por tus objetos materiales, pues estos no te darán lo que necesitas; las personas, sí’.
Me pareció una buena contestación. Y seguí su consejo. Dejé de preocuparme tanto por mis posesiones. Hasta tal punto fue así, que dejaron de desaparecer. Los hombrecitos diminutos ya no creían necesario quitarme mis cosas, puesto que mis cosas ya no me quitaban mi vida.
Así que no os preocupéis si se os pierde algo. Son ellos. Y lo hacen porque creen que es necesario, porque quizás en los últimos tiempos te has centrado tanto en el aspecto material de tu vida que has olvidado lo que es realmente importante. Los gnomos/enanos solo intentan recordártelo. Solo intentan ayudarte. Sí, sus métodos son crueles. Pero no puedes hacer nada. Son más pequeños, más numerosos y actúan mientras tú no miras. ¿Cómo pretendes luchar contra eso?  

No hay comentarios:

Publicar un comentario